“Tú fuiste formado lo más perfectamente posible. Pero no para durar. La luz que brilla con el doble de intensidad dura la mitad de tiempo”.
Blade Runner, obra cumbre de Ridley Scott y uno de los pilares de la ciencia-ficción, es una adaptación libre y mainstream de un relato de Phillip K. Dick. En vida, su autor fue un escritor poco reconocido, salvo por los propios compañeros de profesión, dedicado a un género literario que gozaba de poco prestigio. Si eso le sumamos, la escasísima repercusión que tuvieron sus obras en latitudes tan meridionales como la nuestra, se entiende la revolución que supuso la película de Ridley Scott.
Es mucho lo que el género debe a esta película, pero lo cierto es que en su momento Blade Runner fue un fracaso en taquilla y crítica, e incluso el descontento de Harrison Ford alimentó el desaire que recibió. Pero 1982 fue el año de otras grandes producciones de la ciencia-ficción que pudieron hacer sombra a este proyecto tan extraño. Tron, Star Trek II: The Wrath of Khan y, por supuesto, ET: The Extra-Terrestrial e incluso The Thing (John Carpenter).


El origen se encuentra en «¿Sueñan los adroides con ovejas eléctricas?», un relato que remite a un escenario posterior a una Tercera Guerra Mundial amenazado por unos androides rebelados por su condición de esclavos. Protagonizada por un policía nihilista que aceptaba la misión de aniquilarlos con la condición de que le sustituyeran sus ovejas eléctricas por uno de los animales supervivientes del cataclismo. Este planteamiento entre el cine negro y la ciencia-ficción, es un mestizaje característico de muchas producciones del género con elementos phillipkdianos, como Gattaca o Dark city.
Blade Runner tiene lugar en el tapiz lluvioso de la penumbra distópica donde Harrison Ford interpreta al agotado detective Rick Deckard, cuya misión es la de cazar a cuatro «replicantes» fugitivos que han regresado a la Tierra. Un punto de inflexión del filme de Ridley Scott es la estética, sobre todo la de esta ciudad, para lo cual, contaron con el diseñador Syd Mead. Esta visión de Los Ángeles es una fusión urbanística entre el popular barrio de Shinjuku, en Tokio, y el futurismo ideado por David Snyder, Lawrence G. Paul y Syd Mead, hasta tal punto que los cinéfilos pueden reconocer en estas edificaciones curiosas semejanzas. Varios edificios son conocidas naves espaciales en vertical (La Estrella Oscura de la película homónima de John Carpenter, El Halcón Milenario de Las Guerras de las Galaxias), la comisaría está inspirada en Encuentros en la Tercera Fase, el piso en que vive Deckard recuerda a la famosa Casa de Ennis del arquitecto Frank Lloyd Wright y el edificio Bradbury, en el que sucede el encuentro final entre Deckard y Batty, era un conocido escenario de la serie Dimensión desconocida.

La película es también referencia del ciberpunk, con la integración del hombre y la tecnología, en un mundo dominado por los paisajes de neón cromo y decadencia terminal, en donde la genética, la robótica y la tecnología lo controlan todo. Esto aparece sobre todo en el test de Voigh-Kampf, la herramienta para cazar «pellejudos», similar a otras máquinas que el escritor solía describir en sus historias. E igualmente encontramos en Blade Runner temáticas recurrentes de K. Dick: el tema de la memoria (los implantes de recuerdos de los replicantes), la presencia de un capitalismo salvaje (los paneles publicitarios y la Corporación Tyrell) o la búsqueda de la identidad y la esencia del ser humano, con el gran ejemplo del Nexus 6 (un pletórico Ruther Hauver), haciendo realidad esa idea de que los androides terminan siendo más humanos que los propios humanos.

“La pregunta no es, quiénes sois vosotros, sino quién soy yo”.
Influido por Carl Jung y su inconsciente colectivo, su literatura está imbuida por sus propios traumas y obsesiones (el coqueteo con las drogas o la muerte de su hermana melliza), pero pocas de sus adaptaciones han sabido recoger fielmente la letra del autor.
En este sentido destacamos las «preocupaciones» del personaje de Joe Hendrikson de Asesinos cibernéticos, el Spencer Olhman de Impostor, el personaje de John Anderthon de Minority Report o el Roy Batty en Blade Runner. En estas ocasiones, la cuestión del «yo» se complica: «hace falta algo más que carne y hueso para ser humano». Dick relaciona memoria e identidad. El deseo de humanidad que da el uso de una implantación de recuerdos, lo vemos con uno de los replicantes: “Nunca comprendí por qué un replicante tendría una cámara fotográfica, pero debía ser como Rachel, que querría conservar sus recuerdos”.
