40 años de Conan, el Bárbaro, clásico del género de “Espada y brujería”.

¿Qué es el acero comparado con la mano que lo maneja? Fíjate en la fuerza de tu cuerpo. ¡Es el deseo de tu corazón!

Thulsa Doom (James Earl Jones).

Permitidme que recuerde una película que me encantó de niño (hasta los cinéfilos más clásicos tenemos un pasado) de la que se cumplen cuarenta años. Una de las más clásicas evocaciones del género conocido como “Sword & Sorcery”, cuyo personaje fue creado en los años 30 por Robert E. Howard. Se trata de una narrativa épica mostrada a través de héroes musculosos, magos malvados, serpientes y mujeres con muy poca ropa.

En una época muy, muy lejana, cuando la civilización apenas había emergido de su cuna, un padre le enseña a su hijo (Conan, Jorge Sanz), “el enigma del acero” y los valores de su dios cimmerio Crom. En ese momento, un tirano jefe guerrero Thulsa Doom ataca al poblado y lo aniquila por completo, con ese clímax en el que propio líder decapita a la madre de Conan (Nadiusca). Veinte años de esclavitud forjarán al guerrero que se iba a convertir ese niño superviviente, alimentando su sed de venganza una vez que se una a un ladrón mongol, Subotai (Gerry López) y a su amante Valeria (Sandhal Bergman).

Conan (Arnold Schwarzenegger)  sería una representación de masculinidad, coraje y fuerza: “El valor que agrada a Crom”. Y la efectividad de su imagvn reside en su simplicidad, en su estudiada y visceral tosquedad que sirve como ejemplo del Héroe devuelto a su pureza original. Fíjense en la fisicidad del personaje creado por el escritor texano Robert E. Howard –la hipertrofia muscular una vez convertido en adulto-, así como su tremenda habilidad para el combate, que lo asemejan a una fuerza de la naturaleza en liza con algunos aspectos sombríos de la civilización: la brujería, la avaricia o el poder.

Un poco de historia del proyecto.

En los años 70, el productor Dino Delaurentis quiso aprovechar el tirón comercial de un juego que surge en ese momento “Dungeon & Dragons” y contrata a Oliver Stone para escribir el guión. El Conan de Howard se estrenó en 1932 y sería el protagonista de una saga de un total de 18 novelas, truncadas por el suicidio de su autor, mientras que la imaginería visual pertenece al artista de Brookling Frank Franzetta que ilustró las obras de Howard. Cualquiera que hubiera leído al menos una de las novelas descubrirá que la versión de Stone/Milius no tiene mucho que ver con el original, pues se reduce la complejidad del personaje al mínimo para el cine.

El guión comenzó con mal pie pues Stone –que desconocía absolutamente todo del personaje- traía consigo los traumas de la Guerra de Vietnam y una película sobre las drogas “El expreso de Medianoche” (el mismo consumía mucho, tanto que el rodaje a su lado fue todo un calvario hasta el punto que Milius se negó a que estuviera presente). Pero sus ideas para el guión –un Conan luchando contra zombies atómicos, entre otras perlas- asustaron a los productores –uno de ellos se gastó la friolera de 340.000 dólares en adquirir los derechos- y convencieron a John Milius para que lo escribiera junto a él. Milius, de hecho, era entonces un guionista prestigioso con decenas de guiones a su espalda.

España, set de rodajes.

La película iba a rodarse en Yugoslavia, pero la muerte de Tito hizo temer una posible guerra civil en el país balcánico, obligando a buscar otro lugar dispuesto a plantar una cámara de cine con un coste que fuese muy bajo. De esa forma se trasladaron a España donde los paisajes de Cuenca (la Ciudad Encantada), los alrededores de Madrid y Almería sirvieron de los escenarios perfectos para la historia. No faltaron las anécdotas como la de una de las serpientes que se escabulló de la habitación del hotel donde se alojaba el equipo y llegó a la piscina, y sobre todo el famoso día del Golpe de Estado. El 23 F les pilló en pleno rodaje y sabiendo la ideología política de su director no nos sorprende lo que pasó: se detuvo el rodaje todo el día e incluso Milius sacó una botella de champán para celebrar el éxito de los golpistas. Cuando el productor supo del cese del trabajo, Dino Delaurentiis –que no mantenía precisamente unas relaciones amistosas con el realizador- le llamó a su despacho y Milius, chulesco, golpeó la mesa con una figurita de Franco: “¿Dictador? ¡El Dictador soy yo!”.

El éxito de esta película abriría la veda a toda una infinidad de aventuras fantásticas como El señor de las bestias (Don Coscarelli), El guerrero rojo (Red Ronja, Richard Fleisher), Ator, el invencible (Joe D´Amato), o su propia secuela “Conan el destructor” (Richard Fleisher). Pero es curioso que Milius haya filmado películas tan maravillosas como “El viento y el león” (1975) mientras que este Conan tenga una infinidad de aspectos flojos en la dirección, lo que sumados a las limitaciones interpretativas de la mayoría de los actores hacen que esta película fuese tan maltratada por la crítica especializada. Tiene dos grandes activos: el primero es la melodiosa y magnífica banda sonora firmada por Basil Poledouris, quien firma uno de sus mejores trabajos de toda su carrera y que venía de colaborar con el propio Milius en “El gran viernes” (1979). El otro nombre a destacar sería el de Robert Cobb, el responsable del cuidado diseño de producción y que venía, nada menos que de trabajar en películas como “Alien, el octavo pasajero”, “La guerra de las galaxias” y “En busca del arca perdida”.

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