El ganador de cinco Oscars es un drama racial y policiaco de Norman Jewinson (1967). In the Heat of the Night se inicia con un aire de misterio, con un forastero que se abre camino en la pequeña ciudad de Sparta, Mississippi, mientras oímos la canción de Ray Charles, el tema principal de la película. Por su parte, la historia arranca con el descubrimiento de un cuerpo. El oficial Sam Wood (Warren Oates), encuentra el cadáver de Philip Colbert, tirado en un callejón. La muerte de Colbert es un gran problema: había venido desde Chicago con la intención de abrir una fábrica que daría trabajo al pueblo. Pero en la búsqueda del asesino, detienen a alguien por unas razones evidentemente racistas: a Virgil Tibbs un elegante forastero de color (Sidney Poitiers), obligado a pasar el rato en una estación de tren, como trasbordo en su viaje para visitar a su madre. La policía local, blanca, le considera responsable del homicidio, al menos, hasta que descubren que es un prestigioso detective de la policía en el norte del país.
Pero, en absoluto la importancia de la película es la investigación criminal. De hecho, el caso se resuelve de una manera anticlimática con una solución rápida, ligeramente insatisfactoria y confusa del asesinato. Los puntos fuertes de la película surgen de diversas relaciones entre los personajes y cómo la participación de Tibbs en la investigación, impacta en el pueblo.
Hay un lado negro y un lado blanco de la ciudad y Tibbs se destaca como una rareza en ambas áreas. En el lado negro de la ciudad, el color de su piel le permite encajar, pero la ropa que usa y la forma en que se comportan, lo distinguen. Por ejemplo, Tibbs conoce a otro hombre negro que le pregunta si “ha hecho arreglos para quedarse en algún lugar” En esa ciudad, ningún hotel estaría dispuesto a acomodar a Tibbs. Así, el hombre le da la bienvenida a la comunidad, lo toma bajo su protección y le ofrece un lugar donde quedarse. Más tarde, conoce a Mama, una mujer negra que ayuda a las mujeres en determinados asuntos. Observa de Tibbs que, al trabajar para la policía, está vendiendo su alma. No es hostil ni irrespetuosa con él; más bien lo considera equivocado y trata de enderezarlo.
Pero es en el lado blanco de la ciudad, donde se encontrará prácticamente con resistencia en cada paso del camino: le consideran un intruso.

Por ejemplo, pensemos en esta escena: Virgil realiza su propio examen del cuerpo de Colbert después de un intento fallido por parte del forense local. Toma las manos blancas pálidas del cadáver entre las suyas. Wexler se acerca a esas manos, llenando la pantalla con su irregular contraste y nos muestra las manos de Virgil moviéndose con toda su libertad, mientras los otros personajes le dirigen una mirada escrutadora. Pero habrá otro encuentro más tarde, el de Virgil Tibbs con la viuda de Colbert (Lee Grant) en la oficina de Gillespie. Vemos a Virgil y la Sra. Colbert juntos. El extiende la mano para abrazarla después de informarle de la muerte de su esposo, lo que hace que la mujer estalle furiosa.
Pero habrá orgullo e ira, y en ambas direcciones. En una de las escenas claves van a visitar a Endicott, el ricachón del lugar abofetea a Tibbs en la cara, pero éste sin su reserva y autocontrol característico, intercambia una rápida bofetada.

Gillespie… ¿lo viste? … Bueno, ¿qué vas a hacer al respecto?
Pero lo que realmente busca la película es la reconciliación.
Una cuestión de estilo.
El director Norman Jewison estaba aún en la primera década de su carrera. Su comedia “¡Qué vienen los rusos!”, fue un gran éxito el año anterior por lo que se beneficiaría su siguiente traibajo. Jewison obtuvo el visto bueno para filmar en exteriores –aquella se había rodado en estudio-, mientras que su director de fotografía, Haskell Wexler, hizo algo que nunca había hecho antes: rodar en color.
Fue filmada de manera realista por el director de fotografía Haskell Wexler (que acababa de lograr el Oscar por “¿Quién teme a Virginia Woolf?” (1966). Las primeras escenas, en las que Steiger acosa a Poitier en la oficina del sheriff, tienen un brillo sudoroso y opresivo. Mucho más tarde, en la secuencia ambientada en la casa de Steiger, los dos hombres comienzan a llegar a una tregua: mientras hablan sobre la soledad, entre otras cosas, sus rostros se bañan en la luz de una lámpara que parece una especie de bendición, al menos hasta que Steiger rompa el humor volviéndose hosco de nuevo.

Como curiosidad indicar que no estamos en el sur, en absoluto. Sidney Poitier, en el apogeo de su carrera, se negó a rodar por debajo de la famosa línea Mason-Dixon, y especialmente en Mississippi. En su última visita, junto a su amigo, Harry Belafonte, habrían tenido un encontronazo con el Ku Klux Klan. Por eso mismo, quisieron ambientar la historia en un pueblo ficticio. Para los amantes de los datos concretos, los escenarios se recrearon en varios pueblos pequeños de dos Estados: Illinois y Tennessee (la plantación y el invernadero).
Una película moderadamente progresista.
El proyecto de Norman Jewinson se encontraba en la línea antirracista, logrando que Hollywood se concienciara gracias a las siete nominaciones a los Oscar (llevándose, al final, 5 estatuillas) y de hecho, la película se rodó durante un período racialmente sensible que se consideró un punto de inflexión. En 1965 se habría producido la famosa marcha en Alabama y en 1967, tuvieron lugar los disturbios raciales de Detroit. Cuatro años antes se había pronunciado el famoso discurso “Tengo un sueño” y el propio asesinato de Martin Luther King hizo retrasar la Ceremonia de los Oscars, de 1968, dos días.
Junto a “Adivina quién viene a cenar” —otra, con mensaje de Poitier y también con nominación a los Oscars en ese mismo año — “En el calor de la noche” se podría considerarse como un triunfo del liberalismo blanco. No hay una reflexión radical dirigida hacia el colectivo afroamericano sino una revisión de los códigos culturales del Hollywood clásico. De hecho, una historia no muy distinta, “Fugitivos” (1958, coprotagonizada entre Poitiers y Tony Curtis), tendría un mensaje aún más moderno y radical. En los primeros minutos se acumulan los elementos del western: Tibbs aparece como el forastero que traerá justicia a la comunidad; la desierta calle principal similar a la calle central de las ciudades construidas junto al desierto. Incluso uno de los personajes más finamente dibujados: el del parlanchín jefe de policía Gillespie, interpretado por Rod Steiger, encajaría como esos sheriffs. Pero hay un matiz racial que diferencia a ese tipo de películas. Pensemos en títulos recientes como “Get Out” de 2017 (con sus explícitos guiños a Guess Who’s Coming to Dinner), situando la denuncia racial, entre el thriller y el terror.

Sin embargo, la película está destinada tanto para satisfacer a los espectadores afroamericanos, como para congraciarse con el Hollywood que está manteniendo a su estrella principal. Gillespie quiere dejar claras las cosas, justo a continuación de la famosa bofetada. Entonces vemos una plantación de algodón y el sheriff le dice: “Nada de eso para ti, ¿eh, Virgil?”. Se refería Gillespie a la inquietante escena de los negros más humildes, recogiendo algodón. Alguien podría pensar, igualmente, “Nada de eso para ti, ¿eh, Sidney?”, por mucho que Poitiers se hubiera ganado la vida como lavaplatos para poder pagarse los estudios de interpretación y se diese la famosa anécdota de cuando fue a rodar a Sudáfrica “Tierra prometida” (1951). No le dejaron entrar en el país (por el Apartheid, tema, por cierto de lo que iba la película) y el director, Zoltan Kordan, se vio obligado a convencerles de que en realidad era su criado personal para que el actor pudiera salir del aeropuerto. Todo habría quedado en eso, en una anécdota.
“En el calor de la noche” logró cinco premios Oscar: Mejor Película, Mejor Actor (Rod Steiger), Mejor Guión (Stirling Silliphant), Mejor Sonido y Mejor Montaje. Por ejemplo, derrotó a dos importantes competidores a Mejor Película: Bonnie y Clyde, y El Graduado; mientras que Steiger tuvo una dura competencia como Mejor Actor, junto a Warren Beatty en Bonnie and Clyde, Paul Newman en Cool Hand Luke, Dustin Hoffman en The Graduate y Spencer Tracy en Guess Who’s Coming to Dinner. Pero curiosamente, Sidney Poitier no recibió ni una sola nominación, a pesar de protagonizar también “Adivina quién viene a cenar esta noche” y de haber participado en Rebelión en las aulas, del mismo año. Pero para ser completamente honestos, indicar que Poitier ya había logrado el Oscar en 1963 por Los lirios del valle.