Stanley Donen fue quizás el mejor superviviente del Hollywood clásico, con una carrera nada envidiable de más de cuarenta años. El fue, por ejemplo, el director de “Cantando bajo la lluvia” (1954), y si quería triunfar en ese momento de transición de Hollywood debía adaptarse a los nuevos tiempos, tomando como referencia a uno de los grandes, Alfred Hitchcock. Hitchcock estaba convencido de una cosa: en el cine es mejor mostrar con la cámara que con las palabras. En 1956 filmó una secuencia icónica de “El hombre que sabía demasiado”. La música invade el Royal Albert Hall de Londres. En uno de los balcones, un hombre espera el choque de los címbalos para disparar justo en ese instante. Mientras, James Steward sube a los balcones en su búsqueda con tal de evitar el asesinato. Un director cualquiera habría resuelto la escena con dos tomas, pero Hitchcock decidió alargar el tiempo con tal de crear la sensación de suspense.
Toma de Steward, toma del director de orquesta, close up de las partituras, otro plano corto a la pistola y cuando vamos ya por los cinco minutos sin diálogo, por fin llegamos a los címbalos.
Esa estructura de la secuencia influyó en una infinidad de cineastas, entre ellos a Stanley Donen, quien tenía un gran sentido de la música. No por casualidad, su única nominación a los Oscars fue para la Mejor Canción de Henry Mancini que no ganó.
Charada (1963) habría sido una dignísima película de Alfred Hitchcock con todos los elementos de su cine incluido uno de sus actores fetiches: Cary Grant. Sería una de esas cintas clásicas que el paso del tiempo no le ha hecho restar ni un ápice de su atractivo.

Una etapa de transición.
El año de su estreno fue algo más que un símbolo. El 22 de noviembre habían asesinado a Kennedy por lo que las estrellas de Hollywood se refugiaron en las trincheras de sus lujosas mansiones y el país se detuvo. En ese instante, Stanley Donen lograba ofrecer el último impulso de la edad dorada en un momento de crisis de identidad. El escritor Tom Wolfe recordaba que a las 6 de la mañana de un gélido día de Navidad se concentraba la gente entre la calle 50 y la sexta avenida con tal de garantizarse una butaca para su estreno, en el Rockefeller Center de Manhattan, el edificio que sería la sede del music hall Radio City donde se estrenó la película.
Las estrellas clásicas habrían desaparecido de la Meca de Hollywood y se filmaban algunas con un tono de despedida (El hombre que mató a Liberty Wallance, John Ford 1962) o de transición (Psicosis, Hitchcock, 1960). Un nuevo estilo empezó a surgir con un dominio de la oscuridad y una realidad más fracturada frente a la cohesión narrativa. Y justo después de filmar esta película, la estrella de “Charada”, Herbpurn rodó “Un encuentro en París” (Richard Quina, 1964), con William Holden. Otro film que demostraba la crisis de identidad de Hollywood a través de una parodia sobre la preparación del guión de una película.
Es como poco curioso que Grant y Hepburn tardasen tanto tiempo en trabajar juntos y que nunca más volvieran a compartir cártel, cuando parecían predestinados a rodar un film al estilo de “Notorius” de Alfred Hitchcock. Hubo sospechas de Cary Grant habría servido de espía para los británicos en el seno de Hollywood mientras que el padre de Audrey Hepburt tuvo conexiones con los nazis. Donen juega con el “miedo” heredado del maestro del suspense, el del falso culpable de “Sospecha” acechando detrás de la comicidad y el romanticismo. “Charada” juega a la carta del amor en un mundo de espionaje y engaño entre ladrones.
Después de “Charada”, Cary Grant solo filmaría dos películas más antes de su retiro en 1966, mientras que a Hepburn aún le quedarían algunos buenos trabajos por realizar, algunos de ellos con Stanley Donen como “Dos en la carretera”. Como ya demostraba “Un encuentro en París” u otros clásicos como “Vacaciones en Roma” (William Wyler), Audrey Hepburt podía ser una niña soñadora convertida en algo extraordinario por un hombre mayor. Una de las premisas en sus películas era representar una personalidad con una cierta inocencia hasta que llegase ese momento en la que la cámara revelase su belleza como mujer. Así eran también Eliza Doolitle (My fair lady), Sabrina o su Jo Stockton de “Funny Faces”, conocida en estas latitudes como “Una cara con ángel”.
Es curioso que hayamos llegado al final de esta pequeña reseña y apenas hemos mención a la película. Si no conoces “Charada” es una buena ocasión para buscarla y descubrirla, pero a veces los clásicos no merecen detenerse en hablarse sobre ellas, solo disfrutarlas.

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