Solo ante el peligro: A la hora señalada.

Se cuenta como parte de una leyenda el desafío personal que un buen día hizo Howard Hawks a su amigo, Ernest Hemminguey, que sería capaz de filmar una buena película de su peor novela. De esa anécdota surgió “Tener y no tener”, como también formaría parte de esa misma leyenda una idea inconcebible para el cineasta: que alguien como Bogart se lamente tanto por una mujer que llegue  a llorar por ella como hace su personaje en “Casablanca”. Algo parecido sucedió con un western de Gary Cooper. En su universo cinematográfico, no podría tolerar que un sheriff mendigase la ayuda de sus conciudadanos. Hablamos de Hign Noon que en nuestras latitudes se titularía “Solo ante el peligro”.

En 1952, el año en que se filmó esta película de Fred Zinnemann, como director, y Stanley Kramer, como productor, el western estaba en su momento de apogeo. Era la época de John Wayne y Gary Cooper, de los films de John Ford o Anthony Mann, que nos mostraban al héroe limpio y seguro de sí mismo, mucha acción, bonitos paisajes de fondo y un villano al que vencer en el duelo final. Por lo que un werstern psicológico como High Noon era algo inconcebible.

La historia comienza con la boda del Marshall Will Kane (Gary Cooper) con su novia cuáquera, Amy Fowler (Grace Kelly). Kane era una figura muy respetada en la ciudad, pondiendo orden donde antes sólo había habido caos. Sin embargo, se encuentra justo en el momento en el que va a colgar su insignia y abrir una tienda en otra ciudad, con tal de acomodarse a las creencias de su esposa. Hasta aquí, todo idílico. Pero llega un telegrama, informando que Frank Miller, un malhechor enviado a prisión por Kane, ha sido liberado y se encuentra de camino en un tren, apoyado por un trío de forajidos que le esperan. Entonces, es cuando Kane aprenderá que todo su anterior heroísmo no le serviría para nada: en ese pueblo nadie estaría dispuesto a ayudarle. Muchas películas basadas en la leyenda de Wyatt Earp — Dodge City (1939), Sheriff en la frontera (1939), Pasión de los fuertes (1946) — habían contado esta misma historia en el contexto de la llegada de la civilización al desierto. Hadleyville aparece la ciudad más “civilizada” de los westerns, con una bonita iglesia blanca, una ópera (se está representando una obra), trenes que llegan a tiempo y personas que ya no recuerdan, «cuando no era seguro para una mujer respetable caminar a la luz del día». La película muestra que los finales felices de los anteriores westerns  eran una farsa: los forajidos podrían regresar en cualquier momento, y los habitantes de cualquier ciudad – que se beneficiaron de esa ley y orden- preferían ser pateados por Miller que asesinados a tiros. Esto es justo lo que enfureció a Howard Hawks y John Wayne, quienes respondieron con Río Bravo (1959), en la que un sheriff rechazaba todas las ofertas de ayuda porque  ya le estaba pagando por hacer un trabajo y no quería que matasen a inocentes.

Una alegoría antimccarthista.

Si hubo algo que marcó a los Estados Unidos, a lo largo de los años 50, fue la política paranoica llevada a cabo por Joseph McCarthy, el Senador que puso en marcha la llamada “Caza de Brujas”, cuando se creía que había comunistas hsata debajo de la cama. Este sería el contexto de la película –que afectó al propio Hollywood- siendo High Noon, una de las grandes alegorías antimarcarthistas que se filmaron junto a “La invasión de los ladrones de cuerpo” (Don Siegel) y “La ley del silencio” (Elia Kazan).

Carl Foreman (el guionista), Floyd Crosby (el director de fotografía) y el actor Lloyd Bridges (el abuelo de Jeff Bridges) habían sido simpatizantes del Partido Comunista. Un caso especial es el de Foreman. Escribió el guión en 1951, año en el que compareció ante el Comité de Actividades Antiamericanas y a pesar de las presiones del “halcón” John Wayne –que le aseguró que su carrera podría continuar, si delataba a sus compañeros- prefirió mantenerse en silencio. Como consecuencia, fue tildado de “testigo hostil” e incluido en la lista negra de Hollywood. A pesar de ello, recibió una nominación a los Oscar por esta película, pero lo supo una vez que se trasladó a Inglaterra donde se vio obligado a usar seudónimo para poder trabajar.

Wayne se sintió orgulloso de que el guionista, que estaba en la lista negra, fuera expulsado de Hollywood en venganza por un gesto tan «antiamericano» con el que termina High Noon, aunque fue el Duque quien entregó a Cooper el Oscar al Mejor Actor y a quien le aseguró que habría deseado que alguien le escribiese un papel tan bueno como el de Will Kane. Es posible que tuviese mala memoria, pero Gary Cooper aceptó el personaje después de que varios actores rechazasen la película entre otros el propio John Wayne.

Una austera película en blanco y negro en el que destaca la interpretación de un Gary Cooper con su mirada devastada. De 51 años, sufría una enfermedad  (un problema recurrente de cadera, úlceras estomacales sangrantes y dolor de espalda), junto al  estrés emocional debido a su reciente ruptura con la actriz Patricia Neal. Tampoco podemos olvidarnos de la famosísima música de Dimitri Tomkin y de la fotografía. Fue un gran éxito el crear una sensación de noticiario, con las composiciones estáticas y la búsqueda de la autenticidad debidas, en gran parte, a la habilidad de Floyd Crosby, acostumbrado a filmar documentales sobre el New Deal.

Una escena memorable.

High Noon tiene lugar casi en su totalidad en tiempo real. Es decir, su tiempo de ejecución coincide con el tiempo exacto de la narrativa de la película.  De ahí que Zinnemann hiciese un gran énfasis en los relojes. Siempre que puede, resalta varios relojes en todas partes, acercando su cámara a ellos o deteniéndose durante unos segundos. Una consecuencia de esta elección se vio en un poderoso montaje, lleno de memorables imágenes (a cargo de Elmo Williams que lograría el Oscar)

Destacándose una magnífica secuencia. El demacrado Marshall se sienta a escribir su última voluntad en su oficina, con el sonido del reloj de fondo, faltando dos minutos para las doce. El péndulo gigante del reloj, en un primer plano, oscila hacia adelante y hacia atrás. El silencio solemne, presenciado simultáneamente ente la estación de tren, los bancos de la iglesia, el bar, los alrededores de la ciudad, la casa de algunos vecinos  como la de Fuller y Howe, y el hotel (a menudo con primeros planos de rostros angustiados y ansiosos), y un solo disparo de zoom hacia una silla vacía (donde Miller había amenazado con buscar venganza). Todo eso marcado por el silbido del tren que se escucha a lo lejos.

Al final no hay tiempo para una celebración triunfal, la suya es una victoria vacía. Kane ayuda a Amy a a montarse en el carro, traído por un fiel adolescente. Luego, mira con desdén a su alrededor, toma su insignia de «hojalata», se la quita, la deja caer despectivamente en la calle polvorienta y se vuelve para irse. John Wayne criticó este  final de la película, calificándolo de antiamericano. Harry el Sucio (Don Siegel, 1971) rindió homenaje a esta última escena cuando Clint Eastwood, el policía inconformista Harry  Callahan ‘tira’ con disgusto el símbolo de su futura carrera policial.

-“Al final John Wayne no se llevará a la chica”.

-Ese fue Gary Cooper… ¡inculto!

Seguramente todos recordaréis este diálogo de “Jungla de cristal”, la mejor versión de High Noon junto con Atmósfera cero.

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