El cineasta cántabro, Mario Camus, ha fallecido a los 86 años. Cuarenta años detrás de las cámaras, más de 30 películas y famosas series de televisión como la de Curro Jiménez (de la que dirigió una docena de episodios), Los camioneros o Fortuna y Jacinta. Importantes premios como la Palma de Plata en Cannes, el Oso de Oro en Berlín o los Goyas y un cineasta con vocación de guionista, con lo que comenzó su andadura en esta profesión, allá por los años 50. El guión de Los golfos es lo que unió a dos de los autores más relevantes: Carlos Saura y Mario Camus. Mientras que el primero realizaba un cine crítico y muy hermético, con algún drama rural en su haber, la filmografía de Camus tenía preferencia por las incursiones literarias como La Colmena o Los Santos Inocentes. Pero tras Saura vinieron colaboraciones con Bardem, Berlanga o Borau hasta que se creó su propia filmografía a base de dos conceptos: el encargo y las adaptaciones literarias.
Si hay algo que a este cineasta cántabro le apasionaba era la de trasladar a imágenes relatos complejos procedentes de la literatura. Hasta 12 títulos tanto para el cine como la televisión surgieron de obras literarias de muy distintos autores, desde Miguel Delibes a Camilo José Cela, Benito Pérez Galdós o Federico García Lorca.
Con las tres obras de Ignacio Aldecoa, Camus buscó retratar las diferencias sociales en los años 60 y 70, entre ellas “Los pájaros de Baden-Baden” (1975). De hecho, el cineasta cántabro no tuvo miedo de construir una carrera a través del concepto de “encargo” e incluso supo aunar calidad y popularidad en medios televisivos, capaz de dirigir series de televisión que permitían hacer soñar a millones de espectadores a lo largo de diversas décadas. Llegando incluso a crear imágenes que forman parte de la memoria colectiva del espectador español, como la de Azarías y su milana o el del frío que pasaba Martín, el personaje de José Sacristán en La Colmena, que permitían comprender el presente a través del pasado. Es decir, sin olvidarse nunca del compromiso social, a través de una filmografía que todavía estaba bajo el influjo de la guerra civil, los traumas generacionales, la amargura de los explotados, junto a otros temas hasta entonces prácticamente inexistentes y tabú en el cine español. Surgía, ahora, una línea estética más dramática, llena de unhappy ends, naturalista y comprometida.



