«Aunque ya nada pueda devolvernos la hora del esplendor en la hierba, de la gloria en las flores, no debemos afligirnos, porque la belleza subsiste en el recuerdo«
El exuberante melodrama de Elia Kazan puede que no resista muy bien la prueba del tiempo (habrá quienes la consideren anticuada) y quizás el espectador actual no entienda que alguien se vuelva literalmente loco por amor, pero esta historia es un clásico por derecho.
Después de la secuencia de créditos, letras rojas sobre un fondo grisáceo, dos jóvenes están sentados en un descapotable frente a una cascada furiosa. La atractiva pareja se besa apasionadamente, dos estudiantes del Commerce High School, Wilma Dean (Deanie) Loomis (Natalie Wood) y Arthur (Bud) Stamper (Warren Beatty). Entonces, estalla la frustración sexual que va a caracterizar la película y aparece la sencilla casa de los Loomies, junto a la carnicería familiar: Fancy Groceries. Esto revela que pertenecen a una familia pobre que está luchando para pagar la educación de su hija, una joven soñadora que acerca la oreja a una concha con tal de escuchar el rugido lejano del océano de otros lugares. De pronto se nos muestra una madre dominante y puritana (Audrey Christie) que intenta inculcarla sus propios miedos sexuales.
Aunque ambientada en plena Gran Depresión, la película en realidad está más cerca de las costumbres represivas de los Estados Unidos durante los años 50 y tiene mucho en común con “Rebel Without Cause”, de Nicolas Ray, y “East of Eden”, de Kazan, ambas protagonizadas por James Dean y ambas filmadas en 1955. Se relaciona con el cine catártico de Hollywood (Tennesse Williams, Douglas Sirk), pero también con una tendencia que surge en la década de 1950 y 1960: se reconoce a los jóvenes que intentaron rebelarse al molde impuesto por los padres, junto a su lucha por que fuesen comprendidos por una sociedad que nos les tomaba demasiado en serio. En este sentido, el inteligente guión de William Inge, que toma su título de un verso de “Intimations of Inmortality” de Woodsworth, es un retrato devastador sobre la brecha generacional.
La sexualidad bajo la lupa del puritanismo.
-Una mujer no disfruta, eso es cosa de hombres.
Hay en Esplendor en la hierba la habitual mirada crítica del director sobre los puntos más controvertidos de Estados Unidos, principalmente sobre el puritanismo y la actitud gregaria y conformista de la comunidad (una facilidad en la renuncia que puede observarse en el personaje de Warren Beatty), pero incorpora también temas de lujuria, represión sexual y seducción de películas anteriores como Baby Doll o Un tranvía llamado deseo.
En el film, la naturaleza, las instituciones sociales o la familia juegan un papel en la historia. En El esplendor en la hierba, la naturaleza es donde tendrá lugar el impulso sexual, fuera de la ciudad y cerca de una cascada (recordar la película Niágara), junto con los modernos automóviles (considerados “guaridas del pecado”), mientras que la escuela, el hogar o la iglesia son lugares en donde la sexualidad está reprimida. Las familias, bienintencionadas, buscan controlarlo, aunque desde enfoques muy distintos. Por ejemplo, Pat Hingle (el padre de Bud) le ofrecerá prostitutas y le aconsejará que se busque “otro tipo de chica” para aliviar sus deseos sexuales. Igualmente están los prejuicios de clase entre la familia rica y la pobre, la que enviará a su hijo a Yale, incluso influyendo en la directiva de la Universidad, y la que deberá sacrificar las acciones que tienen en la empresa petrolera de la familia rica, para poder financiar los estudios de su hija.
La situación tan represora hará que el personaje de Natalie Wood entre en un profundo estado de ansiedad que le lleve a internarse en un hospital. En la escena más cruda de la película, Deanie está empapada y sudando dentro de una bañera, tratando de relajarse, pero la tensión aumenta cuando la madre le pregunta por Bud y sobre todo por el estado de su virginidad. Ahora se encuentra furiosa, riéndose incontrolablemente histérica.
Una sólida producción.
Los decorados de Richard Sylbert (la película es de estudio) reproducen fielmente una pequeña ciudad de Estados Unidos, mientras que la fotografía en tecnicolor hace que visualmente sea muy sensual; cada escena rezuma lujuria y frustración. Pero pronto se ve el gusto teatral de su director. Kazan abunda en los diálogos, reúne a multitudes de personajes y utiliza un encuadre estrecho y claustrofóbico para mostrarnos lo atrapado que se sienten los jóvenes. También emplea colores para mostrar los estados de ánimo de sus protagonistas, con los pardos marrones y grises de Kansas enfrentada a los verdes de la naturaleza. O los tonos de ciertos vestido como el rojo que viste Deanie o el vestido de Año Nuevo de Virginia «Ginna», la hermana de Bud, de blanco satén que parece casi un camisón.
El equipo tras la película.
Elia Kazan nunca ha sido uno de mis directores favoritos al no ser un buen narrador en el sentido cinematográfico, a pesar de lograr grandes escenas. La influencia del teatro es tan potente (lo que no es un demérito) que hace recaer todo el peso de la historia en la interpretación de sus actores y en unos recursos facilones, algunos de puesta de escena muy evidentes, para encrespar constantemente la trama.
Eso sí, Elia Kazan se encontraba en una época dorada de su carrera, tras Río salvaje (que considero su obra maestra), aunque coincidiendo con la división de opiniones que suscitó su famosa delación ante el Comité de Actividades Antiamericanas. Justo en el momento en que empezó a escribir películas medianamente autobiográficas como América, América.
Pero Esplendor en la hierba es también fruto de su amistad con William Inge, considerado el mejor dramaturgo de su época, junto a Tennessee Williams o Eugene O´Neill. Obras de teatro suyas como Bus Stop o Picnic fueron llevadas al cine, esta última galardonada con el Premio Pulitzer y la película de Kazan sería su primer guión, con la que obtuvo el Oscar. Por cierto, William Inge tiene una breve aparición en “Esplendor”, interpretando al reverendo Whiteman.