El último mohicano. La aventura nativa de Michael Mann.

Cuando Michael Mann debutó en 1981 con “Ladrón”, los críticos elogiaron su capacidad como cineasta que, a pesar de su inexperiencia, le permitió dirigir una película tan inteligente como madura. Pero Mann era cualquier cosa menos inexperto. Pasó siete años yendo a la escuela de cine,  perfeccionando su oficio junto a prometedores estudiantes como Alan Parker, Adrian Lyne o Ridley Scott. Además, su cortometraje “Jaunpuri”, inspirado en sus propias experiencias rodando un documental  sobre el Mayo del 68, le otorgaría el Premio del Jurado en Cannes en 1970 y la oportunidad de trabajar en televisión. Mann escribió varios episodios de “Starsky y Hutch”, e incluso ganó un Emmy por “The Jericho Mile”. Sin embargo, luego perdió fuelle y no volvió a encontrar el camino de una gran película hasta “El último mohicano” (1992), demostrando que la mayor habilidad de Michael Mann no es tanto la dirección sino su función de productor, de saber reunir un gran equipo tanto delante como detrás de las cámaras.

En su momento, se escribió mucho sobre su autenticidad, sobre cómo el elenco aprendió habilidades de supervivencia y cómo cada arco, flecha, canoa o mocasín fue fabricado de acuerdo con las normas de la época. Lo cierto es que el inmenso trabajo de Wolf Kroeger, quien llegó a construir el Fuerte William Henry y los distintos poblados indios, es lo más destacado de la película. Una cuidadísima y lujosa producción, a la que sumamos la proeza de una inmensa fotografía de Dante Spinotti (que se convertiría en su cameraman habitual) y la música de Trevor Jones.

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La película contra la novela.

También se inspira, por supuesto, en la novela de James Fenimore Cooper, cuyas fantasías fronterizas fueron completamente demolidas por Mark Twain en su ensayo: “Las ofensas literarias de Feminore Cooper”. Desde el inicio de The Last of the Mohicans, en la que Hawkeye de Daniel Day-Lewis dispara su carabina a la cámara, se podría adivinar que su adaptación  (la séptima de la novela) no será del todo ortodoxa. El libro apareció en 1826, sesenta y nueve años después de los acontecimientos que describe, y aún continúa como la versión más correcta, la de 1936, con Randolph Scott como “Ojo de Halcón”. De hecho, Mann tomó prestado buena parte del guión de ésta, a la hora de preparar su película.

La película de 1992 mejora el material original y es un digno sucesor de la versión de Randolph Scott. Además, en Daniel Day-Lewis encontró al actor adecuado para encarnar a Hawkeye, a pesar de que ningún otro papel interpretado por Day-Lewis («Mi pie izquierdo«, «Una habitación con una vista» o «Mi hermosa lavandera») lo sugiriesen. Hay suficientes detalles históricos y políticos; a través de los conflictos británico-francés-indio, para luego representar lo que realmente interesa de la historia: cómo el protagonista  -un hombre blanco, Ojo de halcón, adoptado por los indios,  y situado entre las dos civilizaciones- logra enamorar a una chica –la hija del Coronel inglés, en guerra contra los franceses-.

Aunuque con la excepción de Magua, el hurón vengativo magníficamente interpretado por Wes Studi, el director se aleja del original con tal de ofrecer una historia romántica y desempoderada de los indios. En la película, Hawkeye es el personaje central, mientras que en el libro, Chingachgook (Russell Means), y su hijo Uncas (Eric Schweig), son los protagonistas principales como los últimos mohicanos. Ojo de Halcón, como parte de esa realidad fronteriza, es una figura secundaria en el relato.

Los lectores de Cooper podrían verse decepcionados ante el Hawkeye de Day-Lewis hablando al Mayor Heyward de Steven Waddington («No soy tu explorador, y estoy seguro de que no pertenezco a tu maldita milicia») y besando a Cora Munro (Madeleine Stowe), la hija de un coronel inglés, un “casaca roja” (Maurice Rodves) que lo quiere ver ahorcado por sedición. Es parte del filtro comercial que convierte a James Feminore Cooper en un romance entre indios de Johanna Linsey. Además, la historia romántica de la novela se situaba entre Cora, una mestiza, y Uncas (ahora relegado a un segundo plano junto con la hermana de Cora, Alice, interpretada por Jodhi May). Al transferir la pasión de Uncas a Hawkeye y eliminar las raíces criollas de Cora, Mann convierte una trágica historia de amor en un romance blanco – enlazado con el origen del héroe y mito americanos- para que agradase a la multitud.

Nos encontramos con un primitivo Estados Unidos en un año (1763) previo a la fecha clave de la Independencia (1789), presentada como un desierto indómito en el que la modernidad está forzando su propia cepa de corrupción. Ojo de Halcón se extiende por ambas zonas: es un hombre incluido en la comunidad nativa, pero un defensor de los pioneros (sus verdaderos parientes).  Es en este momento, en el que Mann incluye un subtexto dirigido a la rebelión inminente: los británicos resultan una fuerza opresiva, mientras que los idealizados agricultores son vistos en el camino  hacia su propio autogobierno.

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«Fenimore Cooper’s Literary Offenses«, el ensayo de Mark Twain sobre la obra de Feminore Cooper.

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