En el seno de la cristiandad, recordamos la imagen de Cristo, importante figura histórica y religiosa que nos ayuda a comprender muchos aspectos de nuestra civilización influida por el judeocristianismo. La figura de Jesucristo da desde el punto de vista cultural, ya sea lacia o religiosa, una nueva ocasión para recordar a la figura histórica más importante de todo el mundo. Y que el cristianismo no prohíba la transmisión en imágenes de sus figuras relevantes y de sus objetos de culto, ha permitido que el cine se convirtiese en un excelente medio para difundir la palabra de Dios y para recrear en innumerables ocasiones –parafraseando uno de los títulos más emblemáticos- la historia más grande jamás contada.
En realidad, ya sea como figura cinematográfica como literaria, ha sido un Mesías que se ha visto cubierto de oro. No faltan argumentos para demostrar el indudable tirón comercial de todo lo relacionado con el personaje de Jesús de Nazaret. En primer lugar, nadie negará el éxito de “El código Da Vinci”, toda una ficción literaria que partía de una probabilidad sobre la descendencia de Jesús, que a más de uno le habría gustado. En segundo lugar, algunos se acordarán de la torturada visión que Mel Gibson hizo de su pasión y muerte, tema clave en la Semana Santa.
La vida de Jesucristo, además de cinematográfica y sobrecogedora, contiene todos los ingredientes para recrear con espectacularidad y cinismo una de las historias más emocionantes y de mayor valor metafórico que se puedan imaginar. Historia y vida que instauró un pensamiento revolucionario que se extendió, y no sólo en sus aspectos formales, hasta nuestros días. Las primeras noticias de una adaptación al celuloide datan de los orígenes mismos del séptimo arte, con Ferdinand Zeca, director del cine mudo francés, posterior a Melié y demás padres de la cinematografía, que dedicaría uno de sus trabajos a la vida y muerte de Jesucristo, en una cinta de cerca de cuarenta minutos y por tanto, superior a muchas de las producciones que se hacía en ese momento. Pero destacaría la película del mayor especialista de las grandes historias y realizaciones, Cecil B. DeMille, e incluso la más espectacular de todo los tiempos, Intolerancia, de Griffith, recreaba la vida de Jesucristo, entre otros episodios históricos, para reflexionar sobre el amor a lo largo de las edades del hombre.
Al amparo del Cinemascope y el Tecnicolor, -como espectaculares reclamos para combatir la competencia de la televisión-, surgió un cine histórico o seudo-histórico en los años cincuenta, entre los que destacaba el cine de romanos, más conocido como pemplums, que sería uno de los géneros estrellas de la época. En algunos de sus títulos míticos aparecía la figura de Jesucristo. La Pasión era vista por personajes históricos o ficticios que lo contemplaban de una manera tangencial, algunas veces para adornar la historia de la película, pero también se dieron muchos filmes que lo centraban en el argumento.
Una de las primeras cintas que presentaron la historia sagrada de Jesucristo – y en concreto su muerte- era La túnica sagrada (Henry Kutter), que con la excusa de presentar la mortaja con la que se cubrió el cuerpo yacente de Cristo, nos cuenta su crucifixión y los años posteriores en Judea, aunque apariciones de este tema eran frecuentes en la filmografía de la época.
El director William Wyller puso frente a los ojos del personaje de Ben-Hur (interpretado por Charlon Heston), en Ben-Hur, la muerte de Jesucristo.
En este sentido, una de las propuestas más interesantes –pero no conseguida- lo constituyó la recreación de la historia de Barrabás, protagonizada por Anthony Quinn, quien al librarse del castigo máximo, gracias a Jesús, su vida mantiene un cariz similar, sufriendo la persecución y la muerte en la cruz, de la forma en que morían los condenados. Así, nos la presenta Stanley Kubrick para la muerte de Espartaco, el famoso líder de los esclavos que pretendió liberarlos, aunque para ello tuviese que enfrentarse al poder de Roma.
Dos grandes superproducciones centran la vida de Jesucristo, una Rey de Reyes, rodada en España y producida por uno de los mecenas más importantes del séptimo arte, Samuel Bronston, y dirigida por Nicolas Ray, cineasta que da una mayor expresión épica de la historia del Mesías, presentando a Barrabás como un cabecilla de la resistencia frente a la ocupación romana de Judea. De ahí que presentase de manera contrapuesta dos forma de luchar contra el poder establecido.

La otra película, La historia más grande jamás contada (George Stevens), tenía la vocación de convertirse en la película definitiva sobre la vida de Jesucristo. Para ello, sus credenciales se basaban en un reparto asombroso, encabezado por una estrella de la altura de Max Von Sydow, en el papel de Jesús, y la puesta de escena propia de las superproducciones.
Siguiendo la misma tónica de las anteriores superproducciones, Franco Zeffirelli dirigió otro de los filmes más conocidos y taquilleros sobre su vida, Jesús de Nazaret (interpretado por el desconocido Robert Powell). Pero con una propuesta más sencilla tanto en medios como en los actores que intervienen en ella, se presentan algunas producciones que, sin embargo, reflejan una mayor frescura y autenticidad, como ocurre con El evangelio según San Mateo, película del director italiano Pier Paolo Pasollini e inscrita dentro del Neorrealismo, que trasmite mejor que ningún otro filme la contemporaneidad de Jesús.
Un Jesús más humano.
– Mirad a las aves del cielo, ni siembran ni siegan, ni tienen graneros, pero vuestro celestial Padre las alimenta. ¿Es que vosotros no valéis mucho más que ellas? Y además, quien de vosotros, por mucho que se empeñe, puede alargar la duración de la vida.
La película es un gozoso canto a la sencillez de espíritu, a la necesaria preeminencia de los valores inmortales y a un cine con un alto contenido social. No por casualidad, El evangelio según San Mateo (de autor promarxista y ateo convencido), estaba dedicado a Juan XXIII, el principal renovador de la Iglesia Católica, en su etapa histórica más actual, impulsor del II Concilio Vaticano y autor de una de las Encíclicas más significativas de nuestro siglo, Pacem in Terris. Su sucesor en la Curia, Pablo VI, bendijo el estreno de una de las más famosas óperas rock de todos los tiempos Jesucristo Superstar (Norman Jewinson), como una muestra de las inquietudes de las nuevas generaciones por acercarse a la figura de Jesús.
Pronto la película se convirtió en un considerable éxito, aunque ahora sólo se observe como el buque insignia de los años setenta, en el que se veían apuntes que llamaban la atención, como el hecho de dedicar una mayor identidad a los personajes aparentemente negativos y controvertidos que rodearon a Jesucristo, como el de Judas o María Magdalena.
Es evidente que la figura de Jesús sigue resultado hoy en día muy atractiva, a pesar de la mayor laicización de la sociedad. De ahí que de la imagen del Cristo, hijo de Dios, que sirve de objeto de adoración de los fieles, haya dejado paso a un nuevo Jesús más humano que nunca.

