El hombre de las mil caras. Tras la pista de Paesa y Roldán.

-¿Se dedica al dinero y tiene prejuicios morales?

La presencia de una película como “El hombre de las mil caras” (2016) pone de relieve uno de los extraños y añejos fenómenos cinematográficos que hasta hace poco tiempo adquiría una condición de marginalidad, el thriller con ribetes políticos o policíacos. Hace pocos años era uno de nuestros “patitos feo”, lo que resultaría increíble teniendo en cuenta el éxito en otras cinematografías como la americana, la francesa o la italiana, y observando –desde la lejanía- nuestra larguísima tradición con Ignacio Iquino, Francisco Rovira-Beleta o Antonio Isasis-Isasmendi, entre otros muchos. Por supuesto, no podríamos hablar de fracaso en ciertos cineastas que cultivan este género como Enrique Urbizo o en el que nos centramos Alberto Rodríguez, el director de esa inmensa película que fue “La isla mínima” o “Grupo 7”. También se  puede observar, con este título, cómo nuestro cine va desempolvando muchos temas y personajes, quedando cada vez menos cotos vedados fuera de la influencia mediática del celuloide.

 “El hombre de las mil caras” sería el agente secreto Francisco Paesa, el responsable de la mayor operación contra ETA, que se vio envuelto en un episodio gris cuando participó en la fuga de Luis Roldán. Lo interpreta magistralmente Eduard Fernández, aunque fue Carlos Santos (Luis Roldán) quien me sorprendió, pues de él solo tenía en mente su personaje en la serie “Los hombres de Paco”. Habrá algunos que todavía recuerden esa figura de la época final del filipismo como fue Luis Roldán, el director de la Guardia Civil que saltó a la fama tras robar una cantidad ingente de dinero público y lograr evadirse a un país del Sudeste Asiático. Menos conocido es el otro personaje, Francisco Paesa, mucho más que un James Bond a la española –como algunos medios se aventuraron a comparar-, el rol que centra el último film del director sevillano.

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Redefiniendo el thriller.

Lo dirige Alberto Rodríguez, quien forma una de las parejas más solventes de nuestra cinematografía junto al guionista Rafael Cobos. Si “After” o “Siete vírgenes” eran dos retratos generacionales a diferentes bandas, “Grupo 7” y “La isla mínima” dos formas de ver Sevilla, y sus alrededores, desde el thriller, con policías corruptos y ambientes turbios. Como referente y figura destacada de nuestro cine, Alberto Rodríguez redefine el género del thriller, desde nuestra realidad e incluso desde la historia más reciente. Volvíamos a la Sevilla en 1992 en “Grupo 7”, en el momento de los grandes fastos de la Expo con la culminaban diez años de Gobierno del PSOE, a través de un acertado retrato social; mientras que en “La isla mínima” viajaba a las marismas de Huelva, para descubrirnos un episodio de la España negra en plena Transición.  En esta ocasión se aleja de los ambientes andaluces que nos tiene acostumbrados, para convertirse en una historia con acción cosmopolita, entre París, Ginebra o  Singapur. Estamos en el retrato de una época, aunque con reminiscencias muy actuales, una maraña de acontecimientos –aún no aclarados-, con todas las constantes de su cine, presentes en la película;  un cine que se ve sin pestañear, con una magnífica dirección de actores.

Hay otros cambios cinematográficos con respecto a su anterior película. Alberto Rodríguez abandona las marismas andaluzas por los espacios claustrofóbicos que recorren sus personajes. Cambia el calor del sur por la frialdad del mármol y el lujo, con un punto de ironía, que faltaba en el anterior film.

“El hombre de las mil caras” agradará a aquellos que profieren sobre nuestro país, uno de nuestros muchos reproches: que el español es un mentiroso que no da un palo al agua, en una sociedad en la que prima ese principio de que “vales por lo que tienes”. Espero que quien lea esto, hubiese visto la película –lo haya comprendido- y no se sienta ofendido; sobre todo porque muchos de los aspectos que cuenta el film, pueden rastrearse en los tiempos en que vivimos; sí, justo lo que usted debe estar pensando: la corrupción política. Finalmente nos quedamos con una notable película y unas brillantes interpretaciones, para un thriller que mantiene el pulso y el ritmo, de principio a fin.

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