D. W. Griffith sería gran el pionero de Hollywood que se unió al primer cameraman conocido de la historia del cine -G.W. Bitzer- para crear un estilo visual tan revolucionario que hoy en día sigue siendo la base del séptimo arte; pero todo eso fue ensombrecido por la controversia de una única película: su reconstrucción de la guerra civil en El nacimiento de una nación. Puede ser acusado de muchas cosas pero no de incontenintecia profesional que le hizo filmar más de 40o películas entre 1908 y 1913, cuando trabajaba para la Biographic Company. Ninguna de ellas es memorable, con la excepción de «The Lonely Operator», un film de un rollo de 17 minutos sobre un telegrafista interino que debe defenderse de un grupo de bandidos. Entonces, ninguna de las innovaciones técnicas era conocida cuando ayudó a crear la United Artist. Curiosamente «The Birth» habría costado diez mil dólares y logró recaudar 2 millones. A pesar de que Griffith no vio un dólar de aquella fortuna, un hombre llamado Louis B. Meyer compró los derechos para exhibirla en Inglaterra y con sus beneficios ayudó a crear la MGM, una de las principales competidoras de la United Artist. Pero gracias a esta independencia, Griffith podría filmar sus siguientes proyectos: Intolerancia, Los lirios rotos y por fin, Las dos tormentas que cumple cien años este 2020.
Para «Way Down East» («Camino al Este»), el título original o «Las dos tormentas» (como se conoce en España), Griffith tomó el modelo del melodrama rural, sencillo y elemental para una película que cuenta con un reparto relativamente pequeño, encabezado por su estrella Liliam Gish. Anna, una chica de campo, se traslada a la ciudad donde será seducida por Lennox Saderson, un rico mujeriego sin escrúpulos que la engaña, organizando un falso matrimonio, para luego abandonarla. Cuando muere su hijo deambula buscando trabajo hasta que encuentra a la amable familia Bartlett.

Escrita por Lottie Blair Parker en 1909, fue llevada de forma inmediata al teatro por Joseph R. Grisner quien recurrió a su propio esposa -Phoebe Davies- para que la protagonizase en más de cuatro mil representaciones. «Las dos tormentas» sería lo más parecido a un best seller en la época, pero su éxito fue tan fulgurante como breve, pues pocos años después todos la consideraban desfasada. Esto explica que la historia no gustase en su momento, siendo una apuesta personal del director (casi con tantos obstáculos como su protagonista), hasta que llegaron los beneficios de taquilla. Aunque todos, incluida Lilian Gish, estaban convencidos de que cometía un error, lo cierto es que Griffith se encontraba en su elemento. Esos años en los que trabajó a destajo para la Biographic, creando ajustados y entretenidos melodramas, le convirtieron en el cineasta ideal para este tipo de historias. Un melodrama escenificado que podría ser el precedente de los films de Douglas Sirk y otros representantes del género.
Curiosamente resulta liberal por una línea que hoy llamaríamos «feminista» del argumento, con un contenido mucho más digerible que sus anteriores (y más prestigiosas) películas, lo que permite que Griffith recurra al humor casi caricaturesco en las silenciosas interpretaciones del coprotagonista (Richard Barthlmess, el chino de «Lirios rotos»).
El cine mudo y el melodrama eran buenos compañeros de cama, porque las interpretaciones silenciosas resultaban más grandiosas en su aspecto físico, el problema de la película viene de la mano del humor. Humor y melodrama era una combinación de mayor éxito de esos años (recordemos a Chaplin, con «El chico«, rodada en 1921), pero Griffith no se manejaba tan bien en esos terrenos y sus personajes lucían los peores tícs del splastic.
La película parece más una pieza de actor que una obra maestra de Griffith, aún eso no faltan los momentos visualmente deslumbrantes que le convierten en uno de los cineastas más destacados de su tiempo. De hecho, «Las dos tormentas» es mi película favorita del director. Nunca me resultó tan fascinante Lilian Gish y el famoso clímax en el cual su personaje se ve envuelto en una tormenta de nieve, es una de las mejores secuencias del cine mudo.

