¿Estamos ante la obra maestra de Boon Joon-ho? Es difícil valorarlo, con seriedad, ante su extraordinaria filmografía, con un thriller criminal como “Memories of Murder”, un melodrama como “Mother”, o una ciencia-ficción, con mensaje político como “Snowpiercer”, pero “Parásito” es una sorprendente y brillante película que cuenta con todo lo necesario para que los críticos la valoren como “obra maestra”.
La familia de Kim ki-woo está al borde del colapso económico. Los dos hijos están en edad universitaria pero no pueden costearse los estudios, viviendo como pueden doblando cartones de pizzas para ganarse algo de dinero. Es curioso cómo el director ha planteado su apartamento, medio bajo tierra, de forma que para ver lo que sucede en la calle deben mirar por la ventana superior. Pero todo cambiará cuando un amigo suyo le recomienda como profesor particular de inglés con la chica que trabaja, aprovechando que éste debe abandonar el país. Kim ki-woo ve la ocasión oportuna, se cambia su nombre por el de “Kevin” y se instala en la casa de su futura alumna, los Park, quien pronto se enamorará de él. Una situación que lo aprovechará “Kevin” para urdir un plan mucho más profundo: instalar a su familia en aquella casa. Así entrará en escena, su hermana “Jessica”, tras convencerla de que necesita de un tutor en arte, y luego llegarían sus padres, como el chófer y la ama de llaves. Los Park acceden, sin ser conscientes de que contrataban a toda una familia.

Los de arriba y los de abajo.
Si visionáramos cualquier película británica de época, veríamos que se ha utilizado la demarcación de los niveles literales de una casa como metáfora de la división y lucha de clases. Los que están «arriba» está cómoda y feliz, viviendo ajena de los están “abajo”, la gente que trabaja contratada para ellos y que suele llevar una vida “invisible”. Lo cierto es que esta pulsión social -que lleva consigo unas dosis de furia ante las desigualdades- ha estado presente en el cine de Boon Joon-ho, pero la película alcanza la brillantez en este sentido. Por ejemplo, en el diseño artístico, diferencia la casa de los Park del apartamento en donde vive Kim, casi bajo tierra, por un sentido simbólico: sus personajes están atrapados entre ambos mundos, un abismo entre pobres y ricos remarcado igualmente de diferente modo: Hay que recordar que la clase alta de cualquier país mantiene su status gracias a los más empobrecidos, empleándolos como tutores, chóferes o amas de casa.
Las películas de Boon Joon-ho pueden resultar ridículas en donde sus personajes son víctimas de las circunstancias y así funcionan como engranajes de una máquina mucho más grande. Dicho de otra forma, son criaturas que viven en un ecosistema que no pueden controlar, aunque todos ellos mantengan una relación simbiótica. Recordar “Snowpiercer”, que sería la película más paradigmática en este sentido, al menos, hasta ahora. “Parásito” –título completamente adecuado- parece ser la película que haya estado ensayando a lo largo de su carrera, en donde nos muestra la fealdad de la vida moderna en donde unos viven al aire libre y otros, entre las sombras, aunque unos y otros se chupen la sangre mutuamente. Ambas familias coinciden en una cosa: tanto los Parks como los Kims son igualmente miserables, pues ni la riqueza ni la pobreza los hace santos. Es curioso cómo muchas películas de esta temporada como “Knives Out” o “Joker” incursionan en esta brecha social e incluso el film de Boon se parece a otros títulos recientes del cine sudcoreano como “La doncella” de Park Chan Wook o “The housemaid” (Im Sang-ho, 2010); e incluso recuerda al enfoque de la pobreza que retrataba “Burning” (Lee Chang-dong, 2018).
En este sentido, Boon Joon-ho utiliza una serie de metáforas (mientras avanza la historia se demuestra que es mucho más que las simples casas) que la convierten en la mejor de todas ellas. No es casualidad que se llevase la Palma de Oro en Cannes. La película nos deja una interesante reflexión: ¿cómo sería el mundo donde todos somos parásitos de alguna otra persona?